Dario Alfonso entró silenciosamente en la sala y, al ver el ambiente que lo rodeaba, se sentó en uno de los sitios más próximos a la salida.
Su aspecto de hacía unos años tal vez hubiera llamado la atención, ya que los trajes de cinco mil dólares suelen destacar. Ahora, en cambio, con sus pantalones raídos y su descuidada camiseta, no sobresalía entre las personas que allí se habían reunido para, según ellos, «tratar un tema de suma importancia».
Dario escuchó con curiosidad lo que se discutía.
Había vuelto a la ciudad tras tomarse un año sabático para encontrarse a sí mismo. En ese tiempo descubrió muchas cosas, entre ellas, que suceder a su padre al frente de las empresas Alfonso no le interesaba de ningún modo. Dario se parecía mucho a su madre, una bella mujer que se había
dedicado a pintar y lo había animado siempre a explorar el maravilloso mundo del Arte, que tanto lo atraía. Un día, después de intentar cumplir una vez más uno de los tediosos encargos de su progenitor, se miró seriamente al espejo y decidió que no le gustaba en absoluto el rumbo que estaba tomando su existencia.
Paula Chaves había sido decisiva en su vida. Con su sonrisa
despreocupada y su forma de enfrentarse a todos, lo había animado a perseguir sus sueños.
Y así lo había hecho Dario. Después de cenar con ella, había ido a su lujoso apartamento y, tras deshacerse de sus caros trajes, había desaparecido de su rutinaria y rígida vida, llevándose una simple bolsa, en busca de una pasión que le enseñara lo emocionante que podía llegar a ser el día a día.
Sus pasos lo guiaron hasta un pequeño pueblecito de Grecia donde todo era paz y tranquilidad. Allí, junto al mar, pintó alguno de sus mejores cuadros. Al cabo de un tiempo, por suerte o por desgracia, un famoso experto vio uno de sus lienzos y decidió que ése sería el broche de la inauguración de una exposición itinerante de artistas noveles que se llevaría a cabo en distintas ciudades de su país.
****
Así que allí estaba, de nuevo en su ciudad, Pasadena. Su período de paz y reclusión había finalizado y ahora tendría que enfrentarse a su padre y a un montón de responsabilidades que había dejado de lado y que, aunque él las rechazara, siempre lo estaban esperando.
Una de las primeras cosas que quiso hacer en cuanto volvió a pisar aquellas conocidas calles fue ir a ver a la persona que tanto lo había ayudado. De manera que, casi sin pensarlo, Dario echó a andar hacia Love Dead, cuando, en mitad de su camino, se topó con esa reunión. Un folleto
que le habían dado en la calle exigía el cierre de una de las tiendas del sector comercial.
Estaba empezando a sospechar cuál era el negocio que estaba en el punto de mira de esos energúmenos, cuando una impertinente y chillona voz lo sacó de dudas al pronunciar un indignado discurso.
—¡Esa mujer se ha atrevido a vender sus horribles productos a nuestros hijos! ¡Ha incitado a nuestros pequeños al pecado de la insolencia! Sin ir más lejos, mi hija pequeña le regaló a su padre, con motivo del día del Padre, un insultante y horrendo peluche que anunciaba «Esto es lo único que te mereces por este día». ¡Esa repulsiva mujer da trabajo a personas sumamente groseras y sus artículos están diseñados únicamente para denigrar a la gente de bien! ¡Canciones entonadas con eructos, globos con insultos escritos, tarjetas impertinentes y osos amenazantes son solamente algunos de sus dañinos regalos! ¡Debemos unir fuerzas y deshacernos de esa tienda que lo único que hace es manchar la reputación del distrito comercial!
—Pero Paula es una persona muy bondadosa: me ayudó mucho a la hora de vender mis productos —recordó a la multitud la dueña de una pequeña pastelería.
—Miriam, sería una lástima que perdieras a muchos de tus nuevos clientes por culpa de esa bruja —amenazó la presidenta, acallando así las posibles protestas que comenzaban a oírse.
—¡Creo que si cerramos esa tienda, el señor Alfonso, dueño del House Center Bank, nos lo agradecería! He oído que hace algún tiempo que desea deshacerse de esa mujer y su fastidioso negocio —intervino Gordon, uno de los tenderos más tramposos del distrito.
—¿Lo veis? ¡Todo serán ventajas en nuestra lucha por el decoro y la decencia! Debemos hacerle el vacío, ya que las palabras amables no sirven con ella. ¡Paula Chaves es insultante, indecorosa, amoral! Además, he oído que tiene embaucado a Pedro Bouloir... ¡Seguro que ha utilizado alguna de sus malas artes para atraparlo! ¡Tenemos que librar a este distrito de su presencia y salvar a los buenos hombres de esta sociedad! —sentenció la presidenta, continuando con un interminable discurso sobre la castidad y la moralidad.
«¡Ya tengo bastante de esta mierda!», se dijo Dario.
Seguramente, el deseo de ese comité de cerrar la tienda de Paula haría aparecer una sonrisa en el rostro de su padre y aliviaría a su hermano de su carga.
¡Mira que decir que Paula había embaucado a Pedro! ¡Eso era absurdo!
Su hermano solamente necesitaba ver a una mujer bonita para lanzarse de lleno a conquistarla. Pedro nunca se enamoraba ni se comprometía, y nunca, pero nunca jamás, sabría lo que significaba la palabra «fidelidad». Para él, conquistar a Paula sería un simple juego, un reto. Y cuando consiguiera su corazón, se aburriría y se marcharía, como siempre hacía.
Pero Dario estaba harto de las retorcidas tretas de su padre y su hermano a la hora de hacer negocios. Esta vez no les permitiría salirse con la suya. Hasta la fecha, no sabía por qué sus pasos y el destino lo habían llevado de vuelta a la ciudad, pero ahora sí: había vuelto para ser el apoyo de Paula en esos momentos. Él no consentiría que nadie le hiciera daño, porque Paula era muy especial para él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario