miércoles, 15 de noviembre de 2017

CAPITULO 73




Emilia observaba desde la ventana del salón de su pequeña casa el oscuro exterior, iluminado tenuemente por los brillantes adornos de Navidad. Gracias a su hija y a los esfuerzos de ésta en su negocio, había podido terminar de pagar aquel pequeño trocito de tierra que ahora era su hogar. Era una bonita casa en un barrio residencial. A sus cincuenta y tres años, después de una vida de duro trabajo, Emilia al fin había conseguido estabilizarse. Ahora trabajaba dirigiendo un pequeño hotel rural de la zona.


Allí era donde había conocido a Owen, un viudo de su generación, con el que pasaba alguna que otra noche.


Le gustaba mucho su compañía, tanto que estaba planteándose aceptar su undécima proposición de matrimonio. ¡Había que admitir que el hombre era persistente!


Pero desde esa mañana un mal presentimiento la rondaba. 


Como si algo estuviera a punto de explotar. Por eso mismo no le había permitido a su insistente pretendiente pasar la noche con ella.


De repente, el estruendoso ruido del tubo de escape de un viejo y maltratado escarabajo de color verde irrumpió en la silenciosa calle. El conductor aparcó descuidadamente junto a la acera y Emilia sólo tuvo que ver su alocada forma de conducir para saber de quién se trataba. Se dirigió hacia la puerta y, antes de que Paula llamara, ella ya la había abierto de par en par.


—Mamá, me he enamorado —confesó su hija, echándose a los brazos abiertos de su madre.


—¿Y qué ha pasado, cariño?


—¡Que es un gilipollas! —respondió Paula, sollozando contra su pecho.


Emilia acompañó a su desconsolada hija hacia el interior de la casa y la hizo sentarse en el sofá, mientras preparaba un chocolate caliente, que tan bueno era para esos momentos.


—¿Pedro Alfonso? —preguntó, empezando a deducir el principal problema de Paula.


—Sí, pero por lo visto su verdadero nombre es Pedro Alfonso— contestó la joven, furiosa, recordando lo idiota que había sido.


—¿De los poderosos Alfonso, dueños del House Center Bank? —se sorprendió su madre.


—Sí, el hijo menor. Gracias a él he perdido mi negocio, mi casa... ¡todo! —dijo Paula, tomando un sorbo de su reconfortante chocolate.


—¿Y qué piensas hacer ahora? —le planteó Emilia, sin dirigirle ni una sola palabra de consuelo, ya que sabía que su hija las rechazaría.


—Por lo pronto, recuperarme. Después, ¡haré que deseen no haberse metido nunca conmigo! —declaró Paula, mostrándose decidida a vengarse del hombre que le había roto el corazón y de todo aquel que le había ayudado a hacerlo.


—¡Ésa es mi niña! —animó Emilia a su pequeña, buscando una lista de cosas que según Paula necesitaba para comenzar a llevar a cabo su venganza.



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