viernes, 10 de noviembre de 2017

CAPITULO 60






Cuando se aproximaba el treinta y uno de octubre, todos los
establecimientos del distrito comercial celebraban una pequeña feria de Halloween. A cada uno se le asignaba un tenderete y una función que cumplir. Las ganancias que se conseguían iban a parar a una asociación benéfica, y al comercio que más ventas obtuviera se lo premiaba con una placa conmemorativa, que podían colocar junto al número de su local.


Ese año, el encargado de organizar el evento era el Comité de las Cotorras, por lo que la invitación de Love Dead se extravió en varias ocasiones. Tras llamar una docena de veces, reclamando su puesto en la feria, Paula decidió enfrentarse con el problema, hablando con la rolliza
presidenta del Comité, que en esos instantes visitaba el local de Pedro junto a su melosa hija. Con paso firme y decidido, Paula cruzó hacia la acera de enfrente y entró en Eros.


—¿Por qué no se me ha asignado todavía ningún puesto? —preguntó, tras entrar por la puerta, sin molestarse siquiera en saludar a tan desagradables personas.


—Perdona, querida, pero como te dije por teléfono, la invitación se habrá extraviado por el camino —contestó condescendiente Amelia Leistone.


—Bien, ¡pues como estoy harta de sus evasivas, no me separaré de usted hasta que averigüe el número de mi maldito tenderete!


—Lo siento, querida, ¿no te han llamado explicándote la situación? — intervino Liliana—. Este año ha habido muchos recortes, así que hemos tenido que quitar algunos puestos, y como tu carta de adjudicación se había perdido, nos hemos quedado sin sitio para ti y tu tienda. Tal vez el año que viene... —la consoló la joven, falsamente apenada.


—Como se trata de un evento benéfico, puedo participar aunque no tenga puesto, ¿verdad? —preguntó Paula, decidida a no ser dejada de lado.


—¡Oh, claro! —respondió Amelia—. Pero no sé cómo lo vas a hacer, pues todos los espacios disponibles de la plaza central ya están ocupados. Y no hay ningún trabajo que os pueda asignar a ti y a tu equipo que no sea el de la limpieza.


—¡Usted preocúpese de darme un maldito número, que los míos y yo nos ocuparemos del resto!


—¿Te parece bien el trece? —sugirió Amelia.


—Me parece perfecto para lo que tengo en mente. —Paula sonrió audazmente ante la presidenta del Comité, mientras recogía su formulario para el evento con el número adjudicado.


—Si necesitas ayuda... —se brindó Pedro, intentando de nuevo hacer las paces con ella.


—No te preocupes, Pedro. Tengo el número de Dario en marcación rápida. Tú estás demasiado ocupado... Esta vez con una rubia —concluyó Paula, dándoles la espalda y alejándose con decisión de aquel grupo de idiotas



****


Mientras me enfrentaba a aquella estirada mujer, mil y una ideas acerca de cuál sería la mejor forma de mortificarla pasaron por mi cabeza. Pero cuando recibí finalmente el permiso para participar en la feria de Halloween, con bastante recelo por parte de las dos cotorras, una maliciosa ocurrencia acudió a mi mente y supe cuál sería el modo perfecto de participar ese día y el mejor lugar para llevarlo a cabo.


Sonreí todo el camino hacia mi tienda, dispuesta a que Love Dead nunca más fuera dejado de lado. En esas fechas solía estar bastante ocupada elaborando los pedidos de mis centros florales de naturaleza muerta, que realizaba con gran diligencia mi siempre habilidosa Amanda, y unos ositos
especiales que saqué al mercado, disfrazados de los personajes de terror más famosos del cine.


Sería un trabajo muy duro compaginar los pedidos con los preparativos de la famosa fiesta que atraía a tanta gente hacia el distrito comercial el día treinta y uno. Pero todo valdría la pena con tal de ver a las dos irritantes loros comerse sus propias palabras cuando me entregaran la placa de agradecimiento por haber aportado la mayor cantidad de dinero al evento.


Porque mientras los demás años me había resultado indiferente ganar o perder, ese año era distinto y buscaba una aplastante victoria que poder restregarles por las narices a aquella panda de cobardes y estirados que sólo se atrevían a decir lo que pensaban de mi negocio con unas cartas con muy mal gusto.


Entré con paso firme en mi tienda y, decidida, cogí el calendario de Love Dead que siempre colgaba en la pared, llamé a todos mis empleados para una rápida reunión informativa, incluidos mis dos molestos granos en el culo, que al fin parecían comenzar a mostrar algo de educación, y les conté las noticias.


—Bien, chicos, nos han dejado sin tenderete ni sitio en la plaza principal para el evento de Halloween —les dije, con lo que se oyó algún que otro ofensivo comentario acerca de los organizadores, casi todos provenientes de una belicosa anciana.


—Entonces, ¡este año estamos fuera! —gruñó Joel, indignado.


—¡Ni mucho menos! —negué—. He conseguido que nos den permiso para participar. Y aunque no hay sitio en la plaza principal para nosotros, este año vamos a arrasar. ¡Quiero ver una de esas estúpidas placas en mi fachada y todos vosotros me vais a ayudar a conseguirla!


—Se te ha ocurrido una de tus ideas, ¿verdad? —preguntó Agnes, sonriéndome bastante complacida con la idea de ganarle al Comité en su propio terreno.


—Sí, la tengo. Y ya que han cometido el error de darnos libertad de elección respecto a lo que haremos, será un secreto para todos hasta el día de la feria. —Sonreí maliciosa a mis empleados, mientras toda la elaboración de mi perverso plan no dejaba de rondarme la cabeza—. Así que ni una palabra de esto o pasareis un mes ayudando a Agnes —advertí a los mocosos, que me observaron aterrorizados con la idea de su posible castigo, por lo que deduje que no serían un problema. -»Bien, por lo que podéis ver, tenemos muy poco tiempo —continué, mostrando en el calendario la semana que nos separaba del día señalado—.
Y además nos tendremos que apañar con un presupuesto ínfimo para conseguir todo lo que necesitamos, pero os puedo asegurar que el resultado os va a encantar. Bueno, ¡esto es lo que vamos a hacer...!




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