sábado, 18 de noviembre de 2017

CAPITULO 86





Ésa fue la primera vez que Pedro llegó tarde al trabajo, pero finalmente consiguió lo que tanto deseaba: que Paula lo acompañara, incorporándose de nuevo en el sueño que representaba para ella Love Dead.


Sus trabajadores la saludaron como si todo fuera como siempre, pero sus rostros mostraban una alegre sonrisa que anunciaba lo contentos que estaban con su retorno.


Pedro, a pesar de su insistencia para que volviera a la tienda, no permitió que se moviera del taburete de detrás del mostrador. No la dejó tratar con los proveedores, ni hacer las cuentas, que tanto la molestaban, o ayudar a sus empleados. De modo que Puala permaneció todo el día aburrida, sentada en un incómodo asiento, como si de un adorno se tratase.


En cuanto el sobreprotector Pedro salió por la puerta, se bajó del taburete y, estirando su entumecido cuerpo, por fin pudo descansar de su persistente mirada, que no paraba de seguir cada uno de sus escasos movimientos.



****


Después de cerrar, Pedro, acompañó a Paula a su apartamento y, tras algún que otro persuasivo beso, había conseguido meterse de nuevo en su cama, sin darle tiempo a pensar en el modo en que ambos habían acabado en la habitación. Si le daba demasiado espacio para que recapacitara, sabía que ella acabaría rechazándolo.


Tras hacer el amor como dos locos adolescentes, habían acabado exhaustos el uno en brazos del otro y, mirándola con intensidad, Pedro le dijo:
—Sé que aún no confías en mí, Paula, pero yo sí lo hago en ti. Por eso quiero que el día en que nuestro acuerdo finaliza, me mires a los ojos y me digas lo que de verdad sientes por mí.


—Nada —declaró ella, intentando esquivar su mirada—, no siento nada...


Buen intento —comentó él, a la vez que le alzaba la cara para enfrentarse a sus huidizos ojos—. La próxima vez que intentes mentirme, procura ser más convincente —concluyó, besando sus labios con dulzura. Y luego añadió con decisión—: Creo que te dejaré algún tiempo para que decidas lo que quieres hacer. El catorce de febrero espero tu respuesta. Desde mañana y hasta el día de nuestra boda, no me cruzaré más en tu camino. Eso significa que no te llamaré por teléfono, no vendré a tu apartamento, ni me haré cargo de tu tienda.


—Eso lo creeré cuando lo vea —se burló Paula, consciente de que, desde que se conocieron, él no podía pasar ni un instante sin meter las narices en su vida.


Pedro le besó sensualmente el cuello, a la vez que sus manos volvían a acariciarla. Paula se dejó llevar por la pasión del momento, sin poder evitar entregarse a Pedro en cuerpo y alma. Él se puso las piernas de ella alrededor de la cintura, mientras la sujetaba por el trasero, acercándola más a la evidencia de su deseo.


—¿No se supone... que me ibas... a dejar en paz? —preguntó Paula entrecortadamente, recordándole su promesa.


—Te he dicho que a partir de mañana —aclaró él, antes de proseguir con una noche de lujuria y desesperación.



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