martes, 14 de noviembre de 2017
CAPITULO 70
La fiesta era un poco estirada pero maravillosa. Parecía el escenario de un cuento de hadas, con mesas repletas de deliciosos manjares, esculturas de hielo en forma de gráciles cisnes, música en directo tocada por una orquesta, y un inmenso árbol de Navidad en el centro del salón, adornado con los más hermosos ornamentos de cristal.
Cuando sonó un vals, a pesar de las negativas de Paula y de advertirle a Pedro que no sabía bailar ese tipo de música, él la guio hasta que acabó sintiéndose como una experta bailarina. Por de pronto todo había sido como un sueño: Pedro ignoraba a todos los invitados y sólo tenía ojos para ella, pendiente de todas sus necesidades, de que en su copa nunca faltara champán ni en su plato comida...
Únicamente había habido un momento algo incómodo al principio de la velada, cuando tuvieron que saludar al anfitrión, que no era otro que Nicolas Alfonso. Ese viejo gruñón que le tenía ojeriza, la había fulminado con la mirada, mientras a Pedro lo reprendía por llegar tarde. ¡Ni que fuera su padre! ¡Qué hombre más insoportable!
En ese momento, Paula se encontraba unos minutos a solas, ya que su amado había tenido que ir a hablar con una insistente vieja urraca que parecía no poder dejar descansar sus negocios ni un solo día.
Dario se acercó a Paula con su impecable traje y sin siquiera
preguntárselo, la arrastró a la pista de baile cuando empezó a sonar una lenta y romántica balada. Se pegó a ella más de lo aconsejable y Paula lo apartó delicadamente con las manos, levantando una invisible barrera entre los dos.
—Así que al final te has decantado por el niño guapo. Como todas, ¿no? —dijo Dario, bastante enfadado.
—Me enamoré de él sin apenas darme cuenta —respondió Paula—. Además, Pedro no es solamente una cara bonita. Si lo conocieras tan bien como yo, sabrías que es un hombre sensible y bondadoso.
Dario se carcajeó burlonamente, mientras la hacía dar vueltas por la pista.
—Pedro es sólo un sinvergüenza que haría cualquier cosa y utilizaría a cualquiera para conseguir lo que desea.
—Yo también creía eso al principio, pero me ha terminado
demostrando que no es así. Es el primer hombre en quien confío de verdad.
—¿Y estás completamente segura de saberlo todo de tu maravilloso acompañante? ¿Totalmente convencida de que no te oculta ningún secreto? —le preguntó él amargamente.
—Evidentemente, no lo sé todo sobre Pedro, como él tampoco lo sabe todo sobre mí, pero con el día a día iremos conociéndonos mejor. Cuando Pedro lo crea conveniente, me revelará sus secretos —respondió Paula, con plena confianza en el hombre del que se había enamorado.
—Me dijiste que tenías que decirle algo importante cuando estuvierais solos, ¿verdad? —preguntó Dario, en el momento en que la música cesó y todas las parejas de bailarines comenzaron a alejarse.
—Sí, pero ahora está ocupado.
—He visto a Nicolas Alfonso ir hacia su despacho. Lo más seguro es que Pedro esté con él, disfrutando de un caro licor. ¿Por qué no vas a reunirte con tu amado?
—Gracias, Dario —respondió Paula alegremente, mientras lo besaba en la mejilla.
—Paula, nunca he querido hacerte daño —dijo él, antes de dejarla marchar.
—Pero ¡Dario! Si tú siempre me has ayudado —intentó animarlo ella, al verlo tan decaído.
—Hasta ahora... —susurró el despechado enamorado, viendo a Paula alejarse hacia la revelación de la cruda verdad de su relación..
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario