—Mamá, ¿por qué los elfos le han sacado una foto a la señora Claus y ella se ha enfadado tanto? —preguntó Joe un tanto confuso.
—Verás, yo... no lo sé, cariño, hay cosas que no sé cómo explicar — reconoció la señora Milburn bastante desconcertada.
—No te preocupes, mamá, ¡serán cosas del Polo Norte! —concluyó Joe, consolando a su querida y ensimismada madre, que después de todo no tenía todas las respuestas, como siempre le hacía creer—. Ahora iremos a ver a Santa Claus —la tranquilizó el crío, guiándola hacia la calle, como hacían muchos de los niños con sus padres, después de quedar éstos en shock ante lo que encontraban en la tienda.
Y es que en Love Dead nunca se dejaban las cosas a medias, y ese año y tal vez algunos más, todos disfrutarían de su bonito buzón de reclamaciones.
«¡Qué pena que no haya uno para padres ineptos!», pensaba Paula, recordando las idiotas acciones de los miembros del Comité.
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El veinticuatro de diciembre era la fecha del gran evento en el House Center Bank. Por desgracia, coincidía con la pequeña fiesta de Paula, y Pedro no sabía cómo proponerle que lo acompañara. Finalmente, fue ella quien se ofreció a hacerlo, tras ver las invitaciones guardadas en su chaqueta y su cara de preocupación. Así que Pedro decidió que la gran fiesta que daba su padre sería el mejor lugar para declararle su amor y entregarle su regalo, un anillo de compromiso con un bello e inmaculado diamante de la más hermosa talla.
Todo estaba preparado al milímetro. Esa misma mañana le había entregado a Paula unos regalos por adelantado, desviando su atención del que sería su verdadero obsequio. Probablemente, ella se pondría el elegante vestido de noche de color rojo, con zapatos de tacón a juego, que él mismo había elegido, y un bate de béisbol nuevo descansaría junto a Betty en la trastienda.
Después de recibir contenta sus presentes, Paula había prometido darle esa noche también el suyo y Pedro esperaba bastante excitado ver cuál sería el obsequio del que le había hablado tan sensualmente.
Cuando llegó a Love Dead, Pedro se encontró con todos los que trabajaban para Paula en medio de un alegre festejo.
¡Qué pena que muy pronto ellos dos tuvieran que cambiar esa alegre reunión por otra más elegante y pomposa, sin duda alguna mucho más aburrida!
La anciana Agnes servía un ponche un tanto cargado a todos los presentes, excepto a los dos adolescentes, que intentaban por todos los medios hacerse con un poco de aquel fuerte brebaje. Catalina y Joel colocaban en un muro fotos de los trabajadores besando a Agnes bajo el muérdago. Seguramente debía de tratarse de una nueva tradición. Barnie, disfrazado de Spiderman con un gorro de Navidad, repartía insultantes regalos de Love Dead a todos. Amanda, la joven gótica, estaba en un oscuro rincón con el joven ayudante Pedro, Gaston, y Larry comenzó a entonar Blanca Navidad a eructos, una exhibición que todos aplaudieron asombrados.
En aquella fiesta sólo había una persona que sobraba y no era precisamente él, aunque su elegante aspecto pareciera decir lo contrario.
¡¿Qué demonios hacía allí Dario?! ¿Y por qué estaba tan pegado a Paula?
Ésta estaba arrebatadoramente hermosa con el vestido largo rojo que él le había regalado, y Dario parecía desnudarla con la mirada, mientras no dejaba de pasarle un brazo despreocupadamente por los hombros, algo que a Pedro no le gustó en absoluto. Todos se percataron de su presencia cuando, con paso decidido, se acercó a Paula y apartó el brazo de su hermano colocando el suyo en su lugar.
—¡Por fin has llegado! —se alegró Paula, dedicándole una de sus hermosas sonrisas que últimamente Pedro tenía el privilegio de disfrutar muy a menudo—. ¡Tenemos un regalo para ti de parte de todos los miembros de Love Dead! Y es algo que estoy segura de que no te han regalado nunca —
añadió jubilosamente, besándolo en la mejilla.
—¡Feliz Navidad! —gritaron todos, mientras Joel y Barnie arrastraban su presente hacia la entrada.
—Sí, estás en lo cierto —confirmó Pedro entre risas—. Definitivamente, nunca me han regalado un oso de peluche de dos metros en topless.
—¿Ves? ¡Te lo dije! —señaló Barnie, satisfecho, llevándose todo el mérito de la peculiar idea.
—¿Cómo sabíais que esto es con lo que siempre había soñado, chicos? —bromeó Pedro, haciéndolos reír a todos—. Tengo que preguntároslo: ¿cómo se os ha ocurrido semejante idea?
—¡Muy fácil! Simplemente pensamos en algo que nunca le hubieran regalado a un niño rico y mimado —se carcajeó Paula.
—En serio, espero que éste no sea mi tan esperado regalo —le susurró Pedro al oído.
—No, ése te lo daré luego. Puede que en la fiesta —murmuró ella en respuesta.
—Lo espero con impaciencia —respondió Pedro sugerentemente, mordiendo con sutileza el lóbulo de la oreja.
Cuando se marcharon, tras despedirse de todos, Dario los siguió hacia fuera.
—¡Qué coincidencia que vayamos al mismo evento! ¿Verdad, Pedro? — se burló atrevidamente su hermano—. ¡Ni que tú también fueras hijo de ese millonario! —añadió, sin decir la verdad, pero insinuando una sutil amenaza.
—Seguramente lo invitan como empresario famoso —replicó Paula despreocupadamente, mientras se acomodaba en el coche, sin percatarse de las miradas enfrentadas de los dos hombres, desesperados por conseguir lo que ella protegía con tan gran celo: su corazón.
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ResponderEliminarUyyyyyy me da mala espina esa fiesta. Muy buenos los 3 caps.
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