jueves, 26 de octubre de 2017

CAPITULO 9





Nicolas Alfonso agradecía la suerte de haber tenido que abandonar el despacho en el momento en que el paquete se abrió, impregnándolo todo de...


—¡¡Mierda!! ¿Qué narices han hecho aquí? ¿Es que no saben utilizar los baños? —se quejó bruscamente la pobre limpiadora que había sido llamada para arreglar el desastre que ahora era su despacho—. ¡La próxima vez que tenga un apretón, aguántese, hombre! No creía que fuera de esas personas que tiene ese tipo de problemas. No obstante, conozco una marca muy buena de pañales para la tercera edad, por si le interesa.


—¡Cállese y limpie! —ordenó Nicolas Alfonso, furioso, pagando su mal humor con la inocente y deslenguada empleada.


—Además de cagón, cascarrabias. ¡No me pagan lo suficiente para aguantar esta clase de sorpresas! —susurró la mujer, muy ofendida.


—¡Como siga así, va a perder su puesto de trabajo! —amenazó él airadamente.


La limpiadora lo miró irritada, guardando silencio y procediendo a hacer su trabajo sin quejarse más.


—Señor Alfonso, aquí tiene nuevamente impresa y ordenada la lista de deudores que me ha pedido y... ¡señor Alfonso! —protestó asombrada Ingrid, mientras veía cómo el presidente le arrancaba de las manos la lista que tanto trabajo le había llevado confeccionar y la metía en el triturador de papeles sin contemplaciones.


—¡Nunca más, Ingrid! ¡Recuérdame que por nada del mundo vuelva a poner la lista de deudores en el banco!


—¿Por alguna razón en particular, señor? —preguntó la secretaria, confusa ante el extraño comportamiento de su jefe.


—Sí, ¡Paula Chaves! —masculló Nicolas Alfonso ante su atónita mirada.




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